Mamá, papá: No me dejéis faltar a entrenar

Hola a los dos. Os habla vuestra hija desde el futuro. Ya con veinticinco años os envío este mensaje para que ahora que todavía tengo 8 no dudéis en seguir educándome como lo hacéis. Gracias por haberme dado la oportunidad de jugar al baloncesto el día que me empeñé en apuntarme al equipo porque ya estaban mis dos mejores amigas. Entonces el baloncesto en sí me daba igual, a mí me gustaba correr y era la excusa para pasar más tiempo con ellas. Entonces no sabía lo importante que iba a terminar siendo para mí.

Sé que tener que venirme a buscar después de cada sesión y de ahí ir corriendo a las clases de inglés y de las otras tantas extraescolares que me encanta hacer es para vosotros un poco faena, pero de verdad que el esfuerzo lo veréis recompensado y yo estaré aprendiendo unas cuantas lecciones de vida. Gracias por adelantado.

Porque sí, formar parte de un equipo desde tan pequeña tiene unas cuantas ventajas para el futuro. No nos engañemos, vivimos en la época del “trabajo en equipo”. Aquí ya nadie puede valerse por sí solo para montar una empresa, operar a un paciente, trabajar en una redacción, construir una casa, diseñar una línea de metro o incluso trabajar horas de más siendo freelance. Ya no sólo es que sea mucho más eficiente, productivo y hasta bonito, trabajar en equipo se ha convertido en una necesidad. Y es por ello que, aunque parezca una tontería, formar parte de uno desde bien pequeñito es una manera de introducirlo en el ADN y creedme, en el futuro se acaba agradeciendo. Un buen compañero de equipo siempre va a ser el mejor aliado.

 

– Compromiso, generosidad, responsabilidad y superación, aprendizaje diario en el baloncesto.

 

Compartir, ser generoso y valorar la importancia que tiene no sólo el que mete canasta, sino también el que asiste, coge el rebote, roba balones, no los pierde, sabe decir las palabras en el momento que hace falta, va a chocar la mano cuando alguien falla una canasta o se bota en el pie. Todos, desde el primero al último, son importantes en una cancha de baloncesto. Igual que lo es el entrenador, al que hay que saber escuchar y confiar, y también el árbitro, cuya misión no es hacerle la vida imposible a nadie, sino poner su grano de arena en el desarrollo de un partido.

Jugar al baloncesto desde edades tempranas sirve también para aprender el significado de la palabra compromiso. Y no por leer una definición en el diccionario y aprendérsela de memoria, sino por la sensación que se experimenta cuando un día faltas a entrenar, por el motivo que sea, y tu hueco queda patente en un entrenamiento o partido.Comprometerse implica esforzarse día a día, anticiparse a las ausencias, estar para el otro no sólo cuando lo necesita. Avisar cuando hay un contratiempo.

Estar comprometido es fundamental para demostrar que algo te lo tomas en serio, que es importante para ti y que con ello les dices a tus compañeras que ellas también lo son. Así que por favor, cuando os diga el día que sea que “quiero faltar a entrenar porque tengo que estudiar”, “es el cumpleaños de la amiga de turno” o incluso “porque hoy estoy cansada y no me apetece”. Ese día, por encima de todos, será aún más importante que me llevéis. Para que yo me de cuenta, para aprender a organizarme, a ser más eficiente en la gestión del tiempo y descubrir que se puede hacer todo si el tiempo que se invierte se invierte bien. Aunque suspenda, porque si al quedarme alguna asignatura dejo de asistir a los entrenamientos, estaré suspendiendo también en  baloncesto.

 

– El compromiso es con el equipo, pero también con uno mismo.

 

Llevadme a entrenar para aprender a valorar mi propio esfuerzo y sentirme orgullosa de haberlo conseguido. Para que aprenda a confiar también en mí, para que yo misma sea capaz de exigirme y organizarme para no olvidarme del tiempo de estar con vosotros, con mis amigas o con el resto de la familia. Dejad de llevadme el día que veáis, si es que llega, que dejo de disfrutar, pero no el que no esté siendo responsable ni consecuente.

Y recordad, que el baloncesto me va a enseñar a enfrentarme de una manera determinada tanto al éxito como al fracaso. Porque no sólo hay que aprender a perder, también a ganar. Gestionar cuando las cosas salen bien también es complicado.

Pensad en las veces que me caeré en cada entrenamiento, me robarán un balón, perderé un pase, incluso me hagan una falta, o la haga yo. De todas me tendré que reponer, levantar, pedir una disculpa o aceptarla. ¿Cuántas veces pensáis que caeré en el resto de mi vida? Seguramente unas cuantas, pero gracias a los años de jugadora no será una desconcertante novedad. Habré aprendido a convivir con el error y a arriesgar. Que también es muy importante. Atreverse a probar cosas nuevas, a creerse capaz de más, a confiar en que se puede, y en que los de al lado también lo harán.

Dejadme aprender a considerar parte de mi equipo incluso a quien no me caiga bien. A tratar a los demás con respeto, consideración, cariño y generosidad. No dejéis que pierda esta maravillosa oportunidad de hacer deporte, de cuidar mi cuerpo, de coordinarme y de drenar el posible estrés, tensión y nerviosismo que poco a poco vayan a colarse en mi día a día por tener que ir a trabajar y compaginar responsabilidades, pluriempleo y cuidar la vida social. Ayudadme a ser optimista, a entender que merece la pena esforzarse, entregarse y superarse.

Os lo pido por favor: Mamá, papá, no me dejéis faltar a entrenar.

Os quiero desde el futuro.

Autora: Laura García Higueras