“Tu hijo NO lo va a conseguir”, por Ángel Sanz

Con esto de estar metido en el mundo del deporte de la educación y del talento, estas vacaciones se me han acercado personas a preguntarme: “Mi hijo juega fenomenal, ¿me puedes dar algún consejo para su futuro? ¿usted cree que mi hijo puede llegar a conseguirlo? Tengo tal oferta de un club que le quiere fichar ¿cómo hago con los estudios?”.  Son padres de deportistas de distintas modalidades, de distintos niveles, algunos cuyos hijos estaban en la cantera de los clubes más importantes de fútbol y/o baloncesto, padres de niños con un talento y un físico muy superior a la media.

Ante esto, sí que hay una respuesta correcta. Sin temor a equivocarme, la respuesta es: NO se preocupe por nada de esto, su hijo NO va a conseguirlo. Su hijo NO va a ser profesional del deporte. Si cuento exclusivamente con las estadísticas, según Jason Selk sólo 1 de cada 16.000 deportistas consigue vivir de su deporte. Esto implica que, en una inmensísima mayoría de los casos (15.999 de cada 16.000) voy a tener razón.

Sin embargo, en el fondo de nuestro corazón (porque no es la lógica la que nos mueve) todos los padres creemos que nuestro hijo es ése 1 de 16.000. Nuestro hijo es el afortunado, el bueno, el que lo va a conseguir. Nuestro hijo es el que va a jugar en la Liga BBVA, en la ACB, o va a ir a los Juegos Olímpicos. Hay una parte pretenciosa dentro de nosotros que no nos permite evitar ese pensamiento. Pues vamos a dejarnos ir por un momento. Vamos a dar por supuesto que es así. Que nuestro hijo es el elegido. Pues aún así, la respuesta sigue siendo válida.

A efectos de tomar decisiones hoy, cualquier paso que se vaya a dar respecto al futuro de nuestros hijos se debe hacer con el convencimiento de que no son tan buenos ni tan afortunados ni tan especiales. Y todavía más si pensamos que tenemos un talento especial para algo, bien sea un deporte, una habilidad o cualquier cosa. Porque una de las razones por las que el talento se desperdicia es que el entorno envía el peligroso mensaje de que el talento te lleva al éxito pero no pone tanto énfasis en que el trabajo y la pasión por lo que haces es más importante que el talento. Puede ser que el talento nos abra alguna puerta, sobre todo en edades tempranas. Pero desde luego que esa puerta no nos lleva a ningún sitio si no se tiene claro lo que implica realizar ese camino.

Sí que es verdad que un Ronaldo, un Gasol o un Nadal tienen un talento especial para el fútbol, el baloncesto o el tenis. Pero si les preguntas a ellos o a su entorno más cercano, todos están de acuerdo en que el talento no es lo que les ha llevado a donde han llegado. Todos ellos son trabajadores incansables y adoran lo que hacen. Y todos se han encontrado en el camino a muchos deportistas con más talento que ellos pero no les han hecho sombra en sus logros deportivos.

Por tanto, la respuesta sigue siendo válida incluso para el excepcional 1 de 16.000. A aquel que sí va a conseguir vivir de su deporte, hay que tratarlo como si no fuera hacerlo. Hay que desarrollarlo en el entorno de la humildad para que entienda que le va a costar un montón, que no es especial, que hay que trabajar día a día. Que el camino es duro. Hay que hacerle ver que tiene que ser lo más normal posible, estudiando como cualquier otro niño y jugando como cualquier otro niño. Desarrollar otras habilidades que probablemente encuentre en otros deportes. Hay que estar atentos porque el mismo talento puede valer para muchas cosas y no orientarlo hacia lo que nosotros nos gusta. Por ejemplo, un niño alto puede ser que tenga un talento físico para jugar al baloncesto y estoy cansado de ver a padres empujándoles hacia esa opción. Pero… ¿y si al niño le gusta el salto de altura, o el balonmano o el voley?. Me he encontrado talentos espectaculares que nunca encontraron su pasión. Y el talento, sin pasión… se queda a medio camino de lo que podría llegar a ser. Educar y hacer crecer el talento sabiendo lo difícil que es vivir de él es uno de los primeros filtros que nos hace saber si tiene sentido apostar por una carrera en esa línea.

Nuestra misión como padres realmente consiste en generar el entorno adecuado para que el talento de nuestros hijos se desarrolle en la mayor medida posible. Y para esto, concretamente en el mundo del deporte (y me imagino que lo mismo en el mundo del arte, de la música o de la tecnología) el foco lo tenemos que tener en dos puntos: qué es lo que le gusta hacer y en qué es bueno.

Y cuando digo qué es lo que le gusta, es lo que le gusta al niño y no lo que nos gustaría a nosotros que le gustase. No tiene sentido que vivamos nuestros sueños a través de la vida de nuestros hijos con la excusa de que queremos lo mejor para ellos. Por eso, la respuesta correcta para el padre es: NO, tu hijo no va a conseguirlo.

Las vacaciones es un buen momento para sacar conclusiones. Si ves a tu hijo que quiere irse a montar en bici un día de agosto a las 4 de la tarde… probablemente le gusta la bici. Si prefiere irse a una canasta con la solana en lugar de ir a la playa… probablemente le gusta el basket. En vacaciones, cuando pueden elegir su actividad, hay altas posibilidades de que nos den pistas de lo que les apasiona. Nuestra misión es darles opciones y observar. Luego, si se les da bien o no… eso se ve fácil.

En resumen, dejemos que nuestros niños investiguen se desarrollen, tengan curiosidad y crezcan con muchas opciones. Huyamos de los cantos de sirenas que nos ofrece el deporte en edades tempranas. El camino se irá mostrando. Dejémosles que prueben todo tipo de actividades y de deportes. Tomemos las decisiones como si ellos realmente fueran lo más importante para nosotros. Así realmente creceran y aportarán cosas buenas a nuestro desarrollo como sociedad. Y si nuestro hijo es “el bueno”… no nos preocupemos demasiado. Él saldrá adelante… “a pesar de nosotros”. Por que el talento, con trabajo y con pasión… es imparable.

Fuente: http://www.expansion.com/blogs/re-imaginando/2014/08/16/tu-hijo-no-lo-va-a-conseguir.html